Brasil: un país con muchas dudas
13 August 2019
Las heridas profundas no cicatrizan rápidamente. Lo que en medicina puede sonar como de sentido común, se vuelve una verdad terrible cuando se trata de economías nacionales. Definitivamente, es el caso de Brasil. La más potente economía de América Latina recién está saliendo de su peor recesión en toda la historia , aunque sin recuperar aún un nivel de actividad satisfactorio.Si bien hoy en día no se vislumbran caídas dramáticas de producción en el horizonte, la realidad es que tampoco hay crecimiento.
Al final de 2018, cuando se definió que el país tendría un cambio de rumbo en su política económica con la elección de Jair Bolsonaro y sus promesas de reformas liberalizantes, la expectativa empresarial subió significativamente. Tanto optimismo se ve ahora algo frustrado con el resultado del PIB del primer trimestre: no sólo no creció, cayó un 0,2%.
La decepción fue la tónica del primer semestre. Todo empezó cuando se dieron a conocer los primeros datos del año (ventas de comercio, industria y servicios), lo que llevó a que las expectativas mantenidas por agentes económicos disminuyeran progresivamente. Para que se tenga una idea, a principios del año la mediana de las expectativas era de que Brasil crecería un 2,5%. Pero ahora, ya nadie espera mucho más del 1%. Como la población crece un 0,4% al año y la inflación deberá quedar cerca de los 4%, en 1% de crecimiento no es para nada un número positivo.
No por casualidad crece en el país la sensación de un nuevo año perdido, lo que suena casi irónico dado que el gobierno presentó todas las reformas económicas que, antes, habían elevado el optimismo. La perspectiva de aprobación de una reforma del sistema de pensiones es real, tal como una subsecuente reforma en el sistema tributario. Además, el recientemente creado Ministerio de la Infraestructura tiene por delante una agenda importante de concesiones y privatizaciones. Lo que antes era música para oídos del mercado, ahora no logra recuperar un ánimo positivo.
Causas y posibilidades
La persistencia de un escenario negativo, aunque las condiciones políticas hayan cambiado, lleva, forzosamente a indagar qué razones han hecho que Brasil no logre reanudar todavía su economía.
De acuerdo con el profesor de economía de la Universidad de Campinas, Pedro Paulo Zahluth Bastos, un error muy común es ignorar el factor demanda en las previsiones económicas. El investigador fue uno de los primeros en el país a escribir un reporte sobre la contracción del PIB en primer trimestre de 2019.
En el artículo, el estudioso apunta que un contingente de entre 20 y 25 millones de brasileños está sin trabajo o trabajando menos de lo que les gustaría. Cerca del 43% del ingreso familiar total de los hogares están comprometidos con deudas financieras. Esto son datos que, según el profesor, muestran que la capacidad de consumo de las familias viene en caída libre.
Por otra parte, los bancos no se sienten seguros de otorgar más créditos exactamente porque perciben las pocas posibilidades que tiene el mercado consumidor para asumir nuevas deudas sin altos riesgos. De manera que el crédito al consumo probablemente no será una vía de salida.
El gasto público sólo viene cayendo, lo que confirma la promesa de austeridad del gobierno de Bolsonaro. Sólo la esfera federal cortó un 1,2% de sus gastos corrientes en el primer trimestre, lo que retira del PIB brasileño un 0,24% en consumo gubernamental. Lo mismo vale para los gobiernos de los estados y municipios del país.
“El anuncio de cortes ha estimulado la confianza de los gestores financieros y las ganancias de capital en la Bolsa de Valores y del mercado de títulos. Pero aquello que aumenta la confianza y los precios de activos financieros puede tener efectos contrarios sobre la demanda y los flujos de venta que determinan el grado de capacidad ociosa y los incentivos a la inversión productiva”, afirma el profesor Zahluth Bastos.
La esperanza que queda sería el sector externo, dado que en Brasil una buena parte de la economía depende de la exportación de sus bienes primarios (agrícolas y minerales). Pero, nuevamente ahí hubo decepción, dado que las exportaciones cayeron 1,9% en el primer trimestre, reflejando los problemas internacionales entre Estados Unidos y China, sin mencionar el Brexit y las incertidumbres en Europa.
Las conclusiones del profesor de la Universidad de Campinas son que, “a menos que la economía mundial frustre positivamente las expectativas de desaceleración y se recupere al punto de elevarR magníficamente las exportaciones brasileñas, el panorama de la demanda interna, PIB y desempleo serán más de lo mismo. Principalmente si el gobierno dobla la apuesta en la austeridad”, dice.
Inversión internacional
Pero el gobierno de Bolsonaro parece firme en su agenda, y dentro de todas las obvias dificultades, tiene una específica apuesta para traer más inversión a Brasil. La visión de la nueva administración es que, mientras más inversión extranjera llega al país para producir, más actividad económica se genera. Sin embargo, para atraer volúmenes significativos de inversión, el país debe ser creíble y previsible en sus normas y sus cuentas públicas. Se trata, claramente, de la línea de pensamiento que pone la confianza de los mercados en el centro del crecimiento económico.
De ahí su tónica en las reformas estructurales en los sistemas de previsión social y tributos, además de eliminar fuentes de gasto público dondequiera encuentre posibilidad.
Si esto de hecho llegara a funcionar, Brasil debería vivir un ciclo fenomenal de inversiones en infraestructura, pues el pipeline de proyectos a ser ofertado a los actores mundiales es significativo.
En reciente presentación hecha en evento de la Asociación Brasileña de la Industria de Máquinas y Equipos (Abimaq), representantes del Ministerio de la Economía ofrecieron informaciones generales sobre los proyectos en pauta.
Solamente en concesiones viales, Brasil espera concesionar en 2019 un total de 4.037km, en 2020 un total de 4.074km, en 2021 un total de 4.825km, y en 2022 un impresionante número de 7.238km. El total de inversiones absorbidas por el país en dicho plan será, de acuerdo con el gobierno, de casi 140.000 millones de reales (o cerca de US$36.500 millones).
En vías férreas, los planes a lo largo de los años de gobierno de Bolsonaro suman 64.580 millones en inversión extranjera (cerca de US$16.900 millones). Valores menores, pero también significativos, se verificarían para los sectores de puertos y aeropuertos, además del sector energético.
Construcción
Cuánto y cómo tales inversiones impactarán la industria de la construcción en Brasil es, también, una interrogante. Después de su auge entre los años 2006 y 2013 (cuando Brasil vivía el regadío de capitales provenientes de la exportación de commodities a altos precios), la construcción cayó muy fuertemente. Hoy, el PIB de la construcción es un 31,8% menor que en el período anterior a la crisis.
Nunca Brasil ha recibido tan granes flujos de capital internacional para su infraestructura, y no se sabe cuál será la participación de las empresas nacionales en esta futura ola de capitales. Intensivo en mano de obra, el sector de construcción, con su propia crisis peor que la de la economía general, es responsable del 20% del aumento del número de personas desocupadas en Brasil. Hoy en día, las constructoras están reducidas al sector inmobiliario, que va mejor que durante la crisis, pero no es capaz de generar ek dinamismo económico equivalente al de las grandes obras de infraestructura.
Es así que, si un nuevo momento de inversión masiva en grandes obras tiene lugar en Brasil, la expectativa del sector es poder formar parte activa de ello, aunque sean grandes empresas internacionales las que jugarán un papel que siempre estuvo reservado a los antiguos gigantes de la construcción brasileña.
Mercado de camiones en alza: buen indicativo
Aunque en el plano macro, Brasil esté señalando una continuación de las dificultades, en un mercado específico las cosas van muy bien. De enero a mayo de este año, se vendieron en el país 39.093 camiones, para distintas funciones, representando un aumento del 49% interanual.
Se trata de algo natural dado que Brasil tiene dimensión continental y prácticamente todo su transporte de pasajeros y mercancías por el territorio se hace en carreteras. Si la economía va medianamente bien, el mercado de camiones siempre estará por encima del promedio.
Pero no deja de ser una buena noticia. De acuerdo con la división de camiones del Grupo Volvo, que tiene fabricación de dichos vehículos en Brasil, el mercado deberá cerrar el año 2019 con un 20% de crecimiento.
El futuro del banco de desarrollo de Brasil
Un instrumento esencial para conocer más completamente la historia económica de Brasil – sus logros y fracasos – es el Banco Nacional para el Desarrollo Económico y Social (BNDES). El banco estatal de desarrollo se fundó en 1952, y desde ese entonces cumplió un rol más que fundamental en el avance industrial, de infraestructura y económico del país.
Muchos estudios muestran que mientras más grandes son los desembolsos del BNDES para proyectos en Brasil, más significativa es la formación bruta de capital fijo (medida de crecimiento sólido de una economía). Cuando, por alguna razón, el BNDES se contrae, la economía toda también cae.
Así enseñaba la historia, pero con el escándalo de la Lava Jato, los rubros de financiamiento público al desarrollo del banco fueron puestos bajo sospecha. Muchos de los financiamientos tenían como tomadores las mismas empresas investigadas, en proyectos que muchas veces tenían conexión con la estatal Petrobras.
El nuevo gobierno lanza dudas sobre la honestidad institucional del banco, y suele hablar de la “caja negra del BNDES”. Recientemente, el presidente Bolsonaro despidió el presidente que había nombrado allá, Joaquim Levy.
La incertidumbre respecto la estabilidad institucional y el rol económico de BNDES a partir de ahora suman más dudas respecto las posibilidades reales de Brasil en el futuro.