Las demandas constructivas pospandemia
10 June 2020
Vivimos momentos difíciles. En muchos aspectos, hemos tenido que adaptarnos y, tal vez, necesitábamos ese golpe de realidad. En la industria de la construcción, veníamos pensando hace tiempo en cómo hacer obras más confortables y seguras, tanto para nuestros trabajadores como para los usuarios. Pero la pandemia nos empujó a salir de la reflexión para pasar a la acción.
La forma de diseñar y construir los espacios, definitivamente, va a cambiar: tendremos que mejorar la productividad, acelerando la penetración de sistemas constructivos industrializados, para minimizar los tiempos de ejecución in situ y la cantidad de personas por metro cuadrado en la obra, pues será la mejor manera de disminuir los riesgos.
Sin las tecnologías y los sistemas prefabricados más una integración temprana de las especialidades involucradas en los proyectos, avanzaremos a paso de tortuga. Además, los edificios de uso público tendrán que cambiar sus distribuciones, contar con ascensores que se accionen con pedaleras, zonas de lavado de manos en la entrada de las oficinas, estaciones de sanitización y muchas otras innovaciones.
La calidad de aire interior, la iluminación, el acondicionamiento térmico, el reciclaje y el cuidado del agua serán preocupaciones constantes. Pasamos mucho tiempo dentro de edificios, por lo que una arquitectura y una construcción precedidas de un buen diseño, con énfasis en ambientes interiores, eficiencia energética y desempeño pasivo, serán cruciales. Por eso, no es raro que las solicitudes de certificaciones CES estén aumentando tan rápido.
Un hospital con buena visión al exterior acorta el tiempo de recuperación de un paciente en más de un 5%, razón suficiente para construirlo con suficiente iluminación natural. Esta característica es igual de importante en un recinto educacional, pues mejora el aprendizaje en, aproximadamente, un 10%. Asimismo, una óptima calidad del aire interior aumenta la productividad en torno al 11%.
Invertir en una certificación como CES, representa apenas el 0,3% del valor del proyecto a construir y genera alrededor de 30% de ahorros en consumo energético, retorno sumamente atractivo para cualquier inversionista. Además, un edificio certificado baja en 30% las emisiones de CO2 equivalente, comparado con un edificio estándar.
Chile no puede esperar más. Mandantes, inmobiliarios y profesionales del rubro deben hacer suyo el modelo de certificación no solo para mejorar el confort, sino también para aumentar la vida útil del proyecto y disminuir los costos de operación que, ahora, más que nunca debemos optimizar.