Venezuela en crisis

No es novedad. Venezuela está sumida en la que podría considerarse la peor crisis de su historia republicana. Basta escuchar los noticieros para enterarse que el país está experimentando un muy difícil trance económico, social y político, lo que ha despertado un malestar general que ya parece no tener freno y que, producto de continuas manifestaciones en los últimos meses, ya ha cobrado más de un centenar de vidas.

El país está muy lejos de lo que fue. En 1980, Venezuela tenía el mayor PIB per cápita de América Latina, siendo uno de los países más desarrollados de la región. Hoy su economía es testigo de una inflación sin precedentes, lo que, acompañado del desempleo y la inseguridad, hacen una mezcla especial para el derrumbe de una nación. La economía venezolana habría registrado en el 2016 su peor caída en los últimos 13 años, con una contracción del 18,6%. Para este año se prevé un descenso del 7,4% y en 2018 del 4,1%.

Lo anterior, junto a un proceso gubernamental para convocar y elegir una Asamblea Nacional Constituyente que ha sido desconocido abiertamente por las principales democracias del mundo, han hecho que Venezuela se aísle aún más. La inversión extranjera casi ha desaparecido. Las compañías dejaron de invertir y muchas cerraron sus operaciones luego de que el régimen tomara sus plantas. Es más, según datos del Banco Mundial, Venezuela es el peor país latinoamericano para crear una empresa, y es el tercer peor país de mundo para abrir una empresa.

La construcción

La industria de la construcción ha sido testigo directo de la crisis venezolana, con cifras alarmantes. A comienzos de año, José Ángel Colina, presidente del Sindicato de Trabajadores de Maquinaria Pesada en Zulia, habría señalado que “la industria de la construcción está paralizada entre un 90 y 95%”.

Según indica la editorial de la última edición de la revista Construcción CVC, perteneciente a la Cámara Venezolana de la Construcción, “hemos perdido las dos terceras partes de nuestra industria y el 50% de nuestra capacidad empleadora”.

Una de las principales amenazas del sector, además de la falta de maquinaria pesada adecuada, ya que más del 85% de este parque es obsoleto, es la baja producción de insumos. Cabe destacar que la siderúrgica Sidor, que en 2007 produjo 4,3 millones de toneladas de acero líquido, desde su nacionalización en 2008, ha bajado drásticamente su productividad, alcanzando sólo 0,5 millones de toneladas en 2016.

Asimismo, en 2007, antes de la estatización de la industria cementera, ésta alcanzaba una producción de 10,2 millones de toneladas, la que cayó un 42,1% hacia 2015, con una producción de 5,9 millones.

Respecto a lo anterior, en entrevista con el canal Televen, el presidente de la CVC, Juan Andrés Sosa, señaló que “evidentemente esto es una producción totalmente insuficiente para el desarrollo del país y eso ha provocado que la construcción se haya paralizado aproximadamente en un 90%”.

Otro aspecto es la falta de financiamiento. Hoy la banca cuenta con un 10% del patrimonio que ostentaba en 2011. Esto, junto a la pérdida del poder adquisitivo de los ciudadanos, hace que el sector se vea profundamente comprometido.

¿Qué duda cabe? Se hace imprescindible establecer nuevos esquemas que propicien un desarrollo sostenible, garantizando las condiciones sociales y la calidad de vida de los ciudadanos. Pero para ello debe haber voluntad de las partes.

Es de esperar que la situación actual toque fondo pronto y que veamos un renacer de la gran Venezuela.